Sólo conozco un síntoma fiable para diagnosticar la inofensividad de una ciudad, que una vez probada suele ser la puerta para entrar en la belleza de sus calles y de sus gentes: comprobar si tiene algún barrio donde se tiende la ropa en los balcones. Lisboa es una de esas ciudades del mundo donde todavía hay banderas en los tendales con camisetas, calzoncillos e incluso bragas, mayormente esas bragas enormes de matronas portuguesas con bigote que ondean, al son de fados, en cálidos despliegues de ocres y negros descoloridos sugiriendo carnes opulentas, lechos con dosel y besos rococó, como el Palacio de Queluz. En Lisboa la ropa tendida se airea amable y despreocupada en las calles laberínticas de Alfama y A Mouraría, ricas de mugre y alicatados.
Solo de flauta
Carlos Casanova
4 comentarios:
una mirada aguda, el alma dispuesta y sobre todo ganas, muchas ganas de encontrar.
saber ver, sin dudas, es algo más que mover los ojos.
(notable hallazgo tina)
emiliano:
El alma dispuesta me quedo con esa frase.
buennnaaaaaas!!!
lo vivi en propia piel! tal cual!
un beso señorita.
p
pol: Otro pa ti!
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