el dolor apiñado en el centro del pecho, un golpe fuerte en el esternón, morado.
dejados todos los labios rebosantes de miel,
días con sus noches acamada junto a la isla, detenida, fría, chupándole la sangre.
se muda, mutándose, poniendo los pies en el suelo punzante, camina,
hacia delante cuando él emerge en su otra soledad, se revela, y la invita a jugar.
a cerrar los ojos, juntos, y dejarse besar, un beso él en cualquier comisura de su cuerpo,
un beso ella a una guarida de su estructura. todos besos, lentos, inauditos, dulces que preparan
a desatarse al deseo.
hacen el amor con todo ganas de que nunca acabe. hace el amor con el faro, directa al esqueleto,
ya no hay fareros, huyeron o no sabían o estaban ocupados o desconocedores o
daban no respuestas que son respuesta.
él la penetra, despacio y ella le acoge, le abraza, él tiene este ritmo:
luuuuuz, luz-luz, oscuridad
tres claridades y una sola tiniebla, increïble casi irreal,
la deja llena de luciérnagas voladoras por dentro. y susurra:
- me has roto el equilibrio inestable en el que estaba acomodado, por sorpresa el inestable se volvió equilibrio, aleja de mi este destierro viniendo todas las noches.
- uno solo de tus guiños y aquí estaré. en las noches tranquilas y en las de tempestad.
y así justo
supieron
que podían volver a enamorarse.